ÍNDICE
1. Estructura geográfica de Castilla y León
2. Las llanuras de Castilla y León
2.1. Las Cuencas sedimentarias de Castilla y León
2.1.1. La Cuenca sedimentaria del Duero Medio
2.1.1.1 El sector detrítico
2.1.1.2 El Sector arcilloso
2.1.1.3 El Sector calcáreo
2.1.1.4 El Sector arenoso
2.1.2. Las Cuencas sedimentarias periféricas
2.2. Las Penillanuras de Castilla y León
2.2.1. La Penillanura castellano-leonesas del Macizo Galaico-Leonés
2.2.2. Las Penillanuras castellano-leonesas del Macizo Central
3. Las montañas de Castilla y León
3.1. Los Macizos montañosos
3.1.1. El Macizo asturiano de Castilla y León
3.1.2. El Macizo Galaico-Leonés
3.1.3. El Macizo central carpetovetónico de Castilla y León
3.2. Los Sistemas de plegamiento
3.2.1. El Sistema cantábrico de Castilla y León
3.2.2. El Sistema ibérico de Castilla y León
1. ESTRUCTURA GEOGRÁFICA DE CASTILLA Y LEÓN
Castilla y León, con sus 94.147 km2, es la región más extensa de España y la de mayor unidad natural.
El territorio castellano-leonés, situado en el cuadrante noroccidental de la Península Ibérica, ha sido comparado a un imponente castillo con un amplio y elevado patio de armas central - las llanuras (terciarias o paleozoicas) - cerrado por potentes y almenados muros, salpicados por las enhiestas torres - las montañas de los macizos central y septentrional y los sistemas de plegamiento cantábrico e ibérico - resaltadas aún más por las depresiones exteriores a ellas.
La robusta muralla montañosa tan solo desaparece al oeste, en el sector zamorano-salmantino, donde los horizontes abiertos hacia Portugal son interrumpidos por las profundas hendiduras del Duero en su camino hacía el océano, y al este, por donde el Jalón inicia su recorrido al Ebro.
La mayor parte de esta fortaleza se halla drenada por el Duero que con sus afluentes ha labrado, aprovechando la desigual resistencia de los materiales, el rico mosaico paisajístico de la región, proyectándolo hacia el Atlántico.
Si a la extensión de la región responde la gran amplitud de la cuenca hidrográfica del Duero, (70.328 km2), a la elevada altitud de la orla montañosa, fuente de abundantes precipitaciones, debe la red hidrográfica del Duero su régimen característico, su caudal relativamente grande y su estiaje, menos acusado del que le correspondería a una zona como ésta, de marcada aridez estival.
Las montañas de Castilla y León también alumbran aguas que en su andar se convierten en ríos de comunicación con otras regiones: aguas que vierten al Miño, como las del Sil; al Cantábrico como las del Sella, Cares, Ordunte, y Cadagua; al Tajo como las del Alberche, Tiétar y Alagón y al Ebro como el propio Ebro, el Oca, Tirón, Alhama, Queiles, Cidacos y Jalón, a través de los cuales la Región se proyecta hacia el Mediterráneo.
La extensa llanura central y las enhiestas montañas circundantes son la expresión morfológica de la simplicidad morfoestructural de Castilla y León: es el zócalo hercínico que se presenta ya sin deformar –penillanuras- ya deformado y elevado –macizos central y septentrional- ya hundido y recubierto de sedimentos terciarios –cuencas sedimentarias de Castilla y León- y levantado con los sedimentos secundarios que le cubren plegados –sistemas de plegamiento ibérico y cantábrico-.
Los límites de estas grandes morfoestructuras se han hecho corresponder con los de las divisiones políticas regionales, provinciales y municipales, dibujando y ordenando jerárquicamente las Unidades Geográficas Maestras de Castilla y León
Como Unidades Geográficas de primer orden se reconocen y delimitan el dominio hercínico y el dominio alpino constituidas, en la Península Ibérica, por la Placa Ibérica y por las Cadenas de Plegamiento Pirenaica y Bética. Castilla y León solo participa del Dominio Hercínico ya que las Cadenas de Plegamiento están fuera de sus límites.
En el Dominio Hercínico son Unidades Geográficas de segundo orden el zócalo ibérico - deformado o macizo y no deformado o penillanura-, las cuencas sedimentarias – zócalo hundido y relleno de sedimentos terciarios- y los sistemas de plegamiento –zócalo deformado y cubierto de sedimentos mesozoicos plegados-.
En el tercer orden se distinguen el Zócalo ibérico central y septentrional, las Cuencas sedimentarias de Castilla y León y los Sistemas de plegamiento Cantábrico e Ibérico.
En el cuarto orden las unidades geográficas maestras siguen siendo morfoestructuras que se continúan fuera de los límites de Castilla y León como es el caso de los bordes –zócalo y sistemas de plegamiento- o interiores como las distintas cuencas sedimentarias de Castilla y León.
Desde el quinto orden ya intervienen los límites provinciales para partir algunas morfoestructuras. Un ejemplo es el caso de los Macizos segovianos, abulenses y salmantinos que conjuntamente con los de las provincias de Madrid, Toledo y Cáceres forman la morfoestructura Macizo Central Carpetovetónico.
Y por fin, en el sexto y sobre todo en el séptimo orden, las ecomarcas y las geomarcas son particiones de unidades morfoestructurales dentro de una provincia y se han realizado atendiendo a elementos locales relevantes como son las diferencias de altitud, pendiente, ocupación y, lo más frecuente, a la disposición de la red hidrográfica. Su delimitación corresponde a los límites de los municipios integrados en esa unidad.
En resumen, el Territorio de Castilla y León es un edificio en el interior del noroeste de la Península Ibérica, construido a lo largo de la historia sobre los cimientos morfoestructurales descritos y las particularidades que la disposición, altitud y rugosidad del terreno – el relieve - introducen.
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2. LAS LLANURAS DE CASTILLA Y LEÓN
Las llanuras de Castilla y León constituyen la unidad morfológica dominante del espacio regional. Encerradas por la impresionante edificación montañosa circundante, se disponen en escalones hacia el centro y ligeramente inclinadas hacia el oeste. Son las extensas y elevadas planicies, tantas veces reducidas literariamente a un solo llano como la expresión más cabal del paisaje castellano-leonés.
La mayor parte de estas llanuras corresponden a un sector del zócalo hundido a gran profundidad (fosa tectónica) recubierto posteriormente por sedimentos terciarios, (conglomerados, gravas, arenas, arcillas, margas y calizas) en disposición más o menos horizontal que han sido disecados diferencialmente por la red fluvial cuaternaria, modelando terrazas y depósitos aluviales.
Origen y evolución, procedencia de los sedimentos y distancia recorrida, explican los distintos tipos de llanuras sedimentarias: rañas, valles, páramos, riberas, terrazas, campos, tierras y campiñas con sus ondulaciones y resaltes residuales. Esta gran unidad central, estructural y morfológicamente deprimida respecto a sus bordes, este cuenco drenado y organizado por la red del Duero y en una pequeña zona oriental por la del Ebro es la Cuenca Sedimentaria de Castilla y León formada por las cuencas del Duero Medio y Alto, la de Ciudad Rodrigo, la de la Bureba y la del Jalón Alto.
Hacia el oeste, en Zamora y Salamanca, las planicies de materiales terciarios se continúan por las onduladas superficies labradas en las viejas y compactas rocas cristalinas y metamórficas del zócalo no deformado, correspondiente al macizo hercínico arrasado. La resistencia de estos materiales origina estrechos y profundos valles de fácil aprovechamiento hidroeléctrico en contraste con la amplitud de las riberas de aguas arriba, donde se asientan fértiles vegas, aunque, en ambos casos las vertientes son pronunciadas. Los cerros-testigo, las motas y tesos que destacan sobre las arcillas de la Cuenca del Duero se continúan aquí por los montes-isla, resaltes también resistentes a la erosión por la mayor dureza de sus materiales. Estas llanuras rígidas del basamento paleozoico son las penillanuras.
La considerable altitud media de las llanuras castellano-leonesas y su aislamiento de las influencias marítimas originan un descenso de las temperaturas y de las precipitaciones respecto a las que deberían tener por la situación zonal que ocupan. Así, las condiciones climáticas se caracterizan por la gran duración, el frío intenso y la escasez de precipitaciones de los inviernos y por la brevedad, los contrastes térmicos y la práctica ausencia de las lluvias en los veranos (acusada aridez estival).
Las perturbaciones frontales de las cortas e inciertas estaciones intermedias proporcionan las tres cuartas partes de las reducidas precipitaciones anuales (450 mm).
El rigor de las temperaturas (sobre todo al norte del curso del Duero), la escasez y desigual distribución de las precipitaciones y, particularmente, la aridez estival, se manifiesta en el predominio del bosque esclerófilo y perennifolio, propio del dominio mediterráneo, cuya especie más característica, la encina (Quercus ilex), aparece en la actualidad en diversos estadios de degradación, en rodales residuales o integrados en la explotación agraria tradicional, el “monte hueco” de las dehesas salmantinas. El quejigo (Quercus fagínea) comparte con la encina los suelos frescos de los páramos calcáreos y, ambos dejan paso a la sabina albar (Juniperus thurifera) allí donde el largo frío invernal se hace más intenso. Con los suelos silíceos y la mayor humedad del norte y del oeste aparece el rebollo (Quercus pyrenaica) formando montes degradados o, más frecuentemente, matorrales. En las arenas cuaternarias del sur del Duero se ha instalado una importante masa de pinares de las especies albar o piñonero (Pinus pinea) y negral o resinero (Pinus pinaster). Finalmente, la humedad de los ríos origina estrechos cordales arbóreos a lo largo de las riberas: son las arboledas de chopos (populus tremula), álamos, (populus alba), olmos (Ulmus minor), sauces (Salix alba y fragilis), fresnos (Fraxinus excelsior).
Las llanuras de Castilla y León presentan, por tanto, unas condiciones topográficas, climáticas y bióticas comunes a todas ellas que han generado economías rurales y tipos de poblamiento semejantes, origen de espacios geográficos y paisajes característicos y diferenciados de los de otras zonas. En la actualidad estos espacios están sufriendo una profunda remodelación geográfica y paisajística por la desaparición de la sociedad y de la población agraria primero, por la urbanización general del territorio después, por la generosa y moderna red de comunicaciones y transportes propia de su situación intermedia y por la especialización de los aprovechamientos agrarios con la aparición de productos de alto valor comercial como es el caso de los vinos que desde las terrazas acompañan el discurrir de las aguas del río Duero.
Estos caracteres comunes del terreno y las respuestas similares dadas por las poblaciones que lo han ocupado, confieren a las llanuras de Castilla y León unidad pero no uniformidad: la composición litológica, el modelado del relieve – los rasgos morfoestructurales- y la actuación de los distintos grupos humanos a lo largo de la historia introducen diferencias, que, si bien son menores que las de las áreas de montaña, permiten hablar, desde el punto de vista morfológico y también geográfico, de la diversidad de llanuras, como se pone de manifiesto en los siguientes capítulos.
2.1. LAS CUENCAS SEDIMENTARIAS DE CASTILLA Y LEÓN
La diversidad de las llanuras castellanas se aprecia entre y dentro de cada una de las cuencas sedimentarias de Castilla y León, es decir, en las cuencas de la Bureba, el alto Jalón, Ciudad Rodrigo, el alto Duero y en la más importante de todas ellas, la cuenca del Duero medio.
2.1.1. LA CUENCA SEDIMENTARIA DEL DUERO MEDIO
La cuenca sedimentaria del Duero medio es la unidad morfoestructural central y más extensa de Castilla y León. Su eje central es el río Duero que la recorre de este a oeste recogiendo las aguas y los materiales de los conjuntos montañosos que la rodean. Así, la procedencia y las características de los materiales litológicos permiten distinguir cuatro grandes sectores – detrítico, arcilloso, calcáreo y arenoso- con llanuras de distinto nivel y composición que el lenguaje popular denomina llanos, campos, campiñas, páramos, riberas, lomas y tierras
2.1.1.1. El sector detrítico de la Cuenca del Duero medio
El sector detrítico se sitúa en el arco noroccidental de la Cuenca del Duero Medio, en el contacto con los Macizos Galaico-Leonés y Asturiano y la parte occidental del Sistema Cantábrico.
La zona más próxima a las montañas septetrionales son las Tierras Altas de León – Alfoz de León, Almanza-Cea, Camposagrado- Torío, Condado-Sobarriba, Rueda el Payuelo- las Tierras Altas de Palencia – La Ojeda-Boedo, La Valdivia y Páramos de Guardo- y las Tierras Altas de Burgos –Páramo de Villadiego-. En estas zonas se suceden, como plataformas de piedemonte, los páramos detríticos, interfluvios de una profusa red fluvial. Son altas superficies aplanadas (1100 metros), frías e inhóspitas, de depósitos pliocuaternarios constituidos por cantos de cuarcita, gravas y arenas, con una matriz limo-arcillosa, que a pesar de su escaso espesor (3 a 5 metros) ha protegido los materiales blandos infrayacentes del Mioceno, gracias a su permeabilidad. Los ríos que atraviesan los páramos detríticos prolongan, ensanchándolos, los profundos valles de las vecinas montañas sirviendo de asiento a las comunicaciones, al poblamiento y a la actividad agraria.
Cuando la red fluvial procedente de las montañas septentrionales ha recorrido la mitad de su camino, superando el paralelo de León, los ríos confluyen, los valles y los interfluvios se ensanchan y la altitud disminuye por debajo de los 900 metros. Son las Tierras Bajas de Palencia – a Cueza, Lomas de Ucieza y la Vega del Carrión - las Tierra Bajas de León - El Páramo Leonés, La Ribera del Esla, y la Ribera del Órbigo - y las Tierras Bajas de Zamora - Benavente y los Valles y la Vega del Tera-.
Los valles, con un regadío tradicional y hoy modernizado, permiten altos rendimientos agrarios, fijando la población y manteniendo rentas elevadas. Igual ocurre en los interfluvios que destacan entre las vegas a 800-900 metros de altitud y están formados por gravas de origen aluvial empastadas en una abundante matriz arenoso-arcillosa. Dan llanuras de acusada perfección, origen del término páramo con el que se los designa.
2.1.1.2. El Sector Arcilloso de la Cuenca del Duero medio
Al sur del sector detrítico la densa red fluvial, procedente del arco castellano-leonés del Macizo Asturiano, se reduce a los ríos Esla, Carrión y Pisuerga, colectores que discurren marginalmente a la zona identificada como el Sector arcilloso de la Cuenca del Duero medio. De ahí la ausencia de los depósitos aluviales característicos del sector detrítico y el fácil desmantelamiento de los materiales terciarios por una red fluvial (ríos Sequillo, Valderaduey y Cea) de escaso caudal. Así aparecen en superficie, a 700-800 metros de altitud, las recias arcillas del Mioceno, sustrato del cereal del histórico granero peninsular y material constructivo del concentrado caserío y de los desperdigados palomares tradicionales.
Es la Tierra de Campos: una llanura de erosión de suaves ondulaciones, interfluvios muy aplanados entre valles de anchura desmesurada de unos ríos de imperceptible caudal durante gran parte del año.
Estos dilatados horizontes se extienden por la Tierra de Campos de León –Campos de Sahagún y Campos de los Oteros-, por la Tierra de Campos de Palencia –Campos de Villada y Campos de las Navas-, por la Tierra de Campos de Valladolid –Campos de Mayorga, Campos de Villalón, Campos de Arroyo Bustillo, Campos de Rioseco y Campos de Villalar- y por la Tierra de Campos de Zamora –Campos de Villalpando y Campos de la Tierra del Pan-.
2.1.1.3. El Sector calcáreo de la Cuenca del Duero medio
Del borde oriental, de los Sistemas de plegamiento Cantábrico e Ibérico, proceden los materiales que han dado lugar al sector calcáreo, un relieve de superficies estructurales formado por alternancia de capas blandas y capas resistentes entre las que se ha encajado la red fluvial.
Las calizas culminantes (a 850-1000 metros) de los denominados páramos calcáreos tienen su contrapunto en los lechos de los ríos que los han seccionado: las riberas. Salvan el desnivel entre ambos (unos 100 metros) pronunciadas cuestas de rojas arcillas miocenas recubiertas de margas yesíferas y culminantes calizas pontienses de precipitación lacustre. El paisaje de valles de artesa entre extensas planicies calcáreas solo se ve alterado en sus extremos.
En el borde occidental, en el encuentro con el río Pisuerga, los páramos se estrechan formando auténticos espigones o se reducen a cerros testigo o muelas, entre los anchos valles, que, manteniendo la geometría básica, dan un aspecto más dinámico a estos paisajes.
En el oriental, al pie de las montañas del Sistema Ibérico, la ausencia de superficies calcáreas y la menor incisión de la red fluvial han marcado, sobre las superficies culminantes, amplias y poco profundas vaguadas produciendo un relieve ondulado de extensas y poco pronunciadas lomas.
En este sector calcáreo contrastan las mieses cultivadas sobre las arcillas de descalcificación que cubren las partes de los páramos no dedicados al pastoreo de las ovejas churras, con el verdor de las riberas ocupadas por las alamedas, los cultivos de vega y los cambiantes colores del mimado viñedo. Verdor, que al amparo de las perforaciones subterráneas se ha extendido por los modernos regadíos a los páramos del sur del Duero. Variantes y evolución en los aprovechamientos agrarios en un sector donde los cambios son solo de nombre como se refiere a continuación.
Los páramos y riberas de Palencia se disponen a ambos lados de la Ribera palentina del Pisuerga: A su derecha el Páramo de Astudillo, la ribera del Alfoz de Palencia, y el Páramo Monte de Torozos; a su izquierda el Cerrato Palentino.
En Burgos los páramos o las lomas se disponen entre los ríos de las cuencas del Arlanzón, Arlanza y Duero a su salida de las montañas del Sistema Ibérico castellano-leonés. De norte a sur se suceden Los páramos y riberas del Arlanzón - Páramo de Vivar, Alfoz de Burgos, Páramo de Castrojeriz Ribera del Arlanzón- los páramos, lomas y riberas del Arlanza –Lomas de Muñó y Bardal, Ribera del Arlanza y Lomas de Hizán- y los páramos, lomas y riberas del Duero –Campos de Clunia, Ribera del Duero Burgalesa y el Bajo Riaza-.
Los páramos y riberas se continúan hacia el este en la ribera del Duero Soriana.
En la provincia de Valladolid la morfología de planicies culminantes, cuestas pronunciadas y amplios lechos con terrazas escalonadas alcanza su mayor extensión y mejor expresión. Son Los páramos y riberas de Valladolid -Montes de Torozos, el Cerrato, la Ribera del Pisuerga-Duero, La Ribera del Duero, el Páramo de la Churrería de Campaspero y el Páramo de la Churrería de Montemayor-.
Este paisaje se continúa al sur en los páramos y riberas de Segovia –Páramo de Sacramenia-.
2.1.1.4 El Sector arenoso de la Cuenca del Duero Medio
Al sur del Duero se suceden las llanuras aunque no presentan los reiterados contrastes topográficos que en el norte de la cuenca producen los encajamientos de los ríos. Los niveles aluviales destacan levemente sobre la planicie. Incluso el afloramiento del zócalo es apenas manifiesto en la zona de Santa María la Real de Nieva – Carbonero el Mayor (969 metros); solo es notorio en la Serrezuela de Pradales donde, recubierto por materiales del triásico y del cretácico, alcanza los 1.313 metros, enlazando en suave descenso con los páramos calcáreos segovianos y del sur de Burgos.
Sin embargo, la continuidad topográfica del sector meridional encubre diferencias litológicas, origen de la acusada personalidad geográfica de las distintas Tierras y Campiñas del sector arenoso de la Cuenca del Duero Medio.
Al pie de los macizos segovianos se sitúan las Tierras Altas Segovianas – Tierra de Nieva, Tierra de Turégano, Tierra de Sepúlveda, la Serrezuela y el Valle del Riaza medio-.
En la Tierra de Sepúlveda el río Duratón ha tajado las calizas cretácicas formando espectaculares cañones. En el este el Riaza y sus afluentes han desmantelado parcialmente la formación de arenas y gravas embaladas en una fina matriz arcillosa, dando una llanura de suaves ondulaciones sobre la que destacan (40-60 metros) espigones largos y tabulares de materiales resistentes. Esta tierra de suelos silíceos, húmeda y fría es poco apta para la actividad agraria. Entre los materiales detríticos que reposan sobre las calizas del Secundario del piedemonte del macizo de Guadarrama y el umbral paleozoico de Santa Mª la Real de Nieva se extiende una campiña de arcillas y, en menor medida, de arenas.
Las Tierras y campiñas de Segovia son arenales ocupados por pinares –Tierra de Pinares de Cantalejo, Tierra de Pinares de Cuellar, Tierra de Pinares de la Nava - fundamento de la economía local y que se prolongan por las Tierras y campiñas de Valladolid –Tierra de Pinares de Valladolid—. La Tierra de Pinares es una planicie formada por arenas eólicas, las alteritas procedentes de la descomposición del granito del Macizo Central, con un modelado de dunas y ocupada por una importante masa forestal de pinos resineros y, en el oeste también, piñoneros. Este gran arenal alcanza su mayor espesor hacia el este, merced a la retención de arenas efectuada por la elevación de los páramos calcáreos y de la Serrezuela.
Hacia el oeste el recubrimiento arenoso de las arcillas es muy tenue o desaparece, quedando reducido a pequeños rodales, asiento de pinares aislados. La captación de aguas subterráneas profundas ha permitido un moderno regadío en muchas zonas no ocupadas por pinares. Así se pasa a la amplia y extensa planicie, predominantemente arcillosa, de la Tierra de Arévalo y la Moraña – Tierras y campiñas de Ávila-, la Tierra de Medina -Tierras y campiñas de Valladolid- y los Campos de Bracamonte y Campos de Alba – Tierrras y campiñas de Salamanca-. en Salamanca. Aquí los ríos que descienden del Macizo Central no han encontrado depósitos protectores de las endebles arcillas, por lo que han ensanchado sus valles, de forma que estas llanuras corresponden prácticamente a los lechos de los ríos que discurren, apenas incisos, hacía el Duero. Tan solo motas, restos de cuerdas interfluviales y ataquines, residuos de terrazas, introducen leves resaltes de 40-50 metros.
Estos resaltes alcanzan cierta importancia y singularidad en el oeste Tierras y campiñas de Valladolid-, en la Tierra de Rueda. Aquí el verdejo ocupa distintos niveles de terrazas que se elevan 70-80 metros sobre el nivel de las Vegas de Tordesillas, amplio lecho del Duero a su salida del sector de páramos calcáreos. Estas elevaciones de gravas y arenas gruesas revelan una antigua y extensa área de acumulación aluvial transformada en relieve aluvial invertido por la disección posterior del Duero y sus afluentes procedentes del sur, al abrirse camino hacia el Atlántico tras encajarse en las penillanuras luso-castellanas. Sobre estos suelos pedregosos se obtienen, desde antiguo, los afamados vinos blancos de Rueda, la Seca y Nava del Rey.
De forma topográfica insensible se pasa, hacia el poniente, a las campiñas más alomadas de la Armuña, la Vega del Tormes, la Rivera de Cañedo y la Rivera Valmuza – Tierras y campiñas de Salamanca- y de la Guareña, la Tierra del Vino y el Alfoz de Zamora -Tierras y campiñas de Zamora-. El cambio es litológico: la discontinuidad tectónica Alba - Villoria, continuada en el curso del río Guareña, es responsable del afloramiento de los depósitos del Eoceno: areniscas poco consistentes que a veces resaltan en forma de tesos, y arenas arcillosas de gran fertilidad, donde desde antiguo se ha abandonado el barbecho. En el oeste, el progresivo afloramiento de los materiales rocosos del tránsito hacía la penillanura reduce la extensión y la productividad de los espacios cultivados.
2.1.2. LAS CUENCAS SEDIMENTARIAS PERIFÉRICAS.
En torno a la Cuenca Sedimentaria del Duero Medio se disponen las cuencas sedimentarias de la Bureba, alto Duero, alto Jalón y la de Ciudad Rodrigo.
La cuenca sedimentaria de la Bureba es la intersección de los Sistemas Ibérico y Cantábrico y de la Depresión Pirenaica recorrida por el Ebro y la Cuenca del Duero medio. La Bureba baja corresponde al curso bajo de los ríos que confluyen en el Oca antes que este se incorpore al Ebro y con los materiales del Mioceno medio recubiertos de depósitos aluviales cuaternarios. En la Bureba alta los depósitos del Mioceno superior no han sido todavía desmantelados.
En la cuenca sedimentaria del alto Duero sigue el relieve similar al de los páramos del sector calcáreo del Duero medio y, también, a una elevada altitud (900-1.000 metros). En el surco longitudinal, entre las alineaciones montañosas del Sistema Ibérico al norte y al sur, el Duero se ha encajado en los sedimentos miocenos y pliocuaternarios formados aquí por arenas, margas, arcillas, conglomerados y calizas poco consistentes, dispuestos en bandas estrechas, alternantes y horizontales. El Duero y sus afluentes inmediatos han labrado profundos valles separados por cerros testigo y páramos o plataformas escalonadas en múltiples planos, en función de la alternancia de materiales duros y blandos, elaborando un relieve accidentado. Tras el estrechamiento de la franja terciaria en las Tierras de Osma y Gormaz, la cuenca se abre hacía las Tierras de Berlanga, Almazán e Izana- Fuentepinilla. El Campo de Gómara, de materiales paleógenos se sitúa al pie de la denominada Plataforma soriana.
A través de la profunda disección realizada por la red hidrográfica del Jalón en las Vicarías, la parte castellano-leonesa de la cuenca del alto Jalón, se entra en contacto con la Fosa aragonesa de Calatayud.
En el extremo opuesto, la Cuenca de Ciudad Rodrigo continúa en Salamanca el relleno sedimentario y la altimetría de la Cuenca del Duero Medio a la vez que marca la fractura y el límite entre el Zócalo Ibérico Septentrional y el Central. El río Águeda y sus afluentes atraviesan perpendicularmente los sedimentos de la cuenca poniendo en continuidad el zócalo sin deformar de los Macizos Salmantinos y las Penillanuras luso- castellanas en Salamanca: son, de norte a sur, los Campos del Huebra, Campos del Yeltes, Campos del Águeda o de Ciudad Rodrigo y Campos del Azaba.
2.2. LAS PENILLANURAS DE CASTILLA Y LEÓN
En el oeste de Castilla y León, a partir de la línea que une las ciudades de Zamora y Salamanca, y prolongándose por Portugal, aflora el zócalo en continuidad topográfica con las llanuras de las Cuencas Sedimentarias y deprimido con respecto a los Macizos limítrofes.
Este fragmento del Zócalo Ibérico, plegado en el paroxismo hercínico, ha permanecido estático y emergido tras su arrasamiento a fines del Paleozoico. Por ello, sobre los materiales que lo constituyen –granito, neis, pizarras, grauvacas y, más raramente cuarcitas- solo pudo depositarse una ligera película terciaria –areniscas eocenas- y pliocuaternaria procedente de los altos relieves circundantes y conservada tan solo en su continuación por la Cuenca de Ciudad Rodrigo. Estos materiales, de desigual resistencia, así como las diferentes fracturas sufridas por el zócalo, nos permiten hablar de penillanuras, en plural, como distintas manifestaciones particulares propias de un extenso zócalo no deformado: son las penillanuras apalachenses, las graníticas y las pizarreñas.
En efecto, la descomposición del granito, del neis, o de las grauvacas da un manto de arenas (alteritas) relativamente espeso que confiere a la penillanura una gran rigidez y planitud. En cambio, el manto más arcilloso procedente de las pizarras y su menor resistencia originan una penillanura alomada, en la que los desniveles son poco pronunciados, manteniéndose en isoaltitud tanto las culminaciones como las depresiones. Los afloramientos de rocas duras –filones de cuarzo, crestones de cuarcitas etc.- introducen los únicos rasgos de escabrosidad en el relieve. Y cuando estos afloramientos son alineaciones continuas exponen el relieve apalachense originario.
Los suelos ácidos de uno y otro manto de alteritas proporcionan magros rendimientos agrarios: el cultivo al tercio, los pastizales en los valles y vaguadas y el aprovechamiento de suelo y vuelo (pastos, bellota, carboneo, e incluso raquíticos cultivos) del monte de encinas y de robles, aclarado y ordenado –monte hueco-, han sido la base de una economía rural precaria. La pobreza endémica de todo este arco occidental, donde la característica ha sido el aprovechamiento colectivo, salvo en las pequeñas parcelas con cercados de piedra en torno a los pueblos, ha expulsado, desde antaño, a buena parte de la población. En Salamanca se han extendido los cercados de la gran propiedad y el aprovechamiento ganadero extensivo: son las dehesas salmantinas.
2.2.1. LAS PENILLANURAS LUSO - CASTELLANAS
El afloramiento granítico central de la Penillanura Luso- Castellana arrasado a una altitud de 800 metros da lugar a la penillanura más extensa y característica del Zócalo Ibérico Septentrional
Esta penillanura granítica de Zamora –El Sayago- y Salamanca –Campo de Ledesma, Campo de Vitigudino, El Abadengo y los Arribes del Duero- es una penillanura rígida y monótona, carente de modelado granítico merced al espeso manto arenoso que la recubre. Ni siquiera al aproximarse al tramo fronterizo del Duero, donde la altitud es de 700 metros, el granito aparece en superficie de manera generalizada.
En el escalón hacía los profundos valles de los ríos Duero, Tormes, Uces y Yeltes, la desaparición de las alteritas barridas por la erosión deja al descubierto enormes y caóticos berrocales, grandes piedras redondeadas aisladas formando castillos –thors-, piedras caballeras en posición inverosímil, yelmos, diques de cuarzo… Los angostos valles en uve que siguen las líneas de fractura se añaden al conjunto, ofreciendo el paisaje quebrado y abrupto de los Arribes del Duero. Un titánico esfuerzo para transformar las pronunciadas y rocosas vertientes en fértiles riberas, mediante la construcción de bancales, permitió, en tiempos de gran presión demográfica, aprovechar las favorables condiciones microclimáticas realizando cultivos propios de zonas más meridionales. Posteriormente se construyeron grandes embalses hidroeléctricos. Naturaleza y obra humana se han conjurado en de este espacio, singularmente grandioso.
Al norte del batolito granítico continúa la rigidez sobre las pizarras –arenosas, arcillosas y ferruginosas- y las cuarcitas de las penillanuras apalachenses de Zamora: Sierra de la Culebra, Campo de Tábara, Aliste y Carbajales.
Esta uniformidad, entre los 840-860 metros es debida a que las rocas se han descompuesto en un manto esencialmente arenoso que, por su gran permeabilidad, ha protegido el sustrato rocoso. Tan sólo en las proximidades con Portugal el desmantelamiento ha sido mayor debido a la fuerte tectonización y a la erosión remontante de la red del Duero, originando relieves, como la Sierra de Alcañices, que destacan más por su carácter accidentado que por su altitud.
En el reborde septentrional, en el largo y estrecho relieve residual de tipo apalachense de dirección NO-SE de la Sierra de la Culebra, la altitud de los materiales duros (1140 metros), y el vaciamiento de los menos resistentes son la causa de un relieve accidentado.
Al Sur de Salamanca y al oeste de la Cuenca de Ciudad Rodrigo aparece la penillanura pizarreña de Salamanca – el Campo de Argañán- con su complejo de pizarras y grauvacas hundiéndose al este bajo los sedimentos de la Cuenca y continuando en superficie al oeste, por Portugal.
2.2.2. LAS PENILLANURAS DE LOS MACIZOS SALMANTINOS
Al sur de la ciudad de Salamanca y al este de la Cuenca de Ciudad Rodrigo encontramos, formando parte de la unidad geográfica de los Macizos Salmantinos, un fragmento de zócalo sin deformar: es el Campo Charro formado por las penillanuras pizarreñas de Campo del Zurguén, Campo de Tamames, Campo de Linares y Campo de Salvatierra-Guijuelo.
Esta penillanura se distingue de las luso-castellanas por su mayor altitud (900 metros en el norte y 1.000 en su parte sur) y por su mayor accidentación.
Las colinas aplanadas separadas por anchas vaguadas de perfil suave dibujan una morfología marcadamente alomada. Esto es debido a la menor dureza de las pizarras y, sobre todo, a que su descomposición ha generado un manto arcilloso-arenoso más impermeable al que se debe el gran número de cursos de agua superficiales, la estrechez de los interfluvios y la amplitud de las vaguadas.
A la mayor accidentación también contribuye la aparición de rocas más resistentes, origen de destacados relieves residuales como los crestones cuarcíticos de los Montalvos (942 metros), unos kilómetros al sur de Salamanca, de la Sierra de los Herreros que culmina en Peña Gudina a 1189 metros y de la propia Sierra de Tamames. Asimismo intervienen los depósitos del Eoceno -areniscas sobre arenas y arcillas- que aparecen en manchones siguiendo líneas de fractura desde el este de Salamanca hasta la fosa tectónica de Ciudad Rodrigo.
Unos y otros resaltes del terreno se convierten en divisorias de aguas unas van al Tajo a través del Alagón, y otras al Duero, a través del Huebra o del Tormes.
La acumulación de sedimentos pliocuaternarios -gravas con mayor o menor matriz arcillosa- al pie de los resaltes de cuarcita, en los cursos de agua y en las zonas hundidas contribuye a suavizar la caracterizada accidentación de esta penillanura.
3. LAS MONTAÑAS DE CASTILLA Y LEÓN
La herradura montañosa que delimita la región corta los horizontes de los llanos y abre anchas perspectivas a otras tierras y a otras gentes. Divisoria de aguas que discurren encajadas dibujando valles de comunicación y poblamiento, laderas empinadas, agrestes berrocales, piedra desnuda de verticales cantiles, lugares de bosques y pastos, de matorral o yermos, verdes y grises, frías montañas de Castilla y León.
Este límite natural de Castilla y León, zona de contacto y de complementariedad, espacio de tránsito y de transición ofrece un muestrario paisajístico, ecológico y geográfico de gran variedad y riqueza.
La construcción de este cinturón montañoso es el resultado de la elevación y fractura, en época terciaria, del denominado Zócalo Ibérico, dando lugar al Macizo septentrional y al Macizo Central Carpetovetónico y Lusitano. El zócalo deformado y recubierto por sedimentos mesozoicos origina el Sistema de Plegamiento Cantábrico y el Sistema de Plegamiento Ibérico.
La imagen de montaña ruda y majestuosa, de relieve enérgico y abrupto de las montañas castellano-leonesas no procede de su modesta altitud general (1.200 y 1.500 metros) sino de los fuertes desniveles de 400 y más metros con respecto a las llanuras que acotan, del poderoso telón de cumbres que supera en varios puntos los 2.000 metros, de las profundas depresiones intramontanas o exteriores, correspondientes a bloques hundidos, y, en fin, de las entalladuras fluviales, a veces angostos desfiladeros.
A la calidad y complejidad de este espacio montañoso contribuye también el importante retoque glaciar y periglaciar, el cincelado fluvial, o la particular descomposición de los materiales que lo forman, origen de espléndidos ejemplos de modelado cárstico y granítico.
Con la altitud, propia del espacio de montaña, surgen unas condiciones climáticas caracterizadas por la acentuación de los rasgos propios de las llanuras: El frío se hace más intenso, los inviernos son más crudos y largos que en los llanos, los veranos más cortos y más frescos y las precipitaciones más abundantes con medias que superan los 800 litros anuales. En los meses invernales las precipitaciones son frecuentemente en forma sólida: la nieve es un atributo del espacio de montaña. En los meses veraniegos la sequedad no es tan intensa, aunque no desaparece, en la mayor parte del espacio montañoso, una cierta aridez estival, condicionante ecológica importante para la cobertera vegetal.
Esta genérica distinción respecto a las condiciones climáticas del llano no debe encubrir la gran diversidad y la profusión de matices dentro del espacio montañoso. La situación en el contexto del dominio atlántico o mediterráneo diferencia claramente las montañas norteñas de las del sur y este de la región. Y dentro de cada uno de estos dominios, e incluso en fragmentos muchos menores, es posible apreciar radicales contrastes climáticos entre el fondo de las fosas o los valles y las cumbres, entre las laderas de umbría o de solana, entre el sotavento y el barlovento.
Los caracteres descritos, propios del dominio ecológico de montaña, (altitud, topografía, litología, condiciones climáticas…) se manifiestan, asimismo, en la cobertera vegetal. Las especies de las llanuras se presentan en las altitudes bajas –merced al incremento de la humedad y del frío, de las pendientes y, por tanto, de la escasa competencia de los cultivos- en formaciones boscosas de quejigales y rebollares acompañados de encinas o de sabinas.
En las alturas, el frío invernal impone el reposo de la vegetación propiciando la aparición de las especies caducifolias y la mayor humedad sostiene especies higrófilas. Frondosas caducifolias como los robles –sobre todo Quercus pyrenaica entre los 1.000 y los 1.400 metros- y los hayedos -Fagus silvatica entre los 1200 y los 1.400 metros en el norte y este de la región- y coníferas –Pinus silvestris entre 1.200 y 1.700 metros- tapizan con magníficos ejemplares en espléndidos bosques, extensas laderas de las montañas castellano-leonesas.
Cuando por la altitud la vegetación arbórea enrarece o desaparece, el matorral, los pastos de altura o el roquedo desnudo ocupan su lugar.
Con la situación y las condiciones ecológicas del arco montañoso la actividad agraria se torna ganadera y el aprovechamiento de los nutridos cursos de agua, de los recursos forestales o de los mineros sustenta una economía muchas veces precaria y, siempre, dependiente de los espacios aledaños. La proximidad de algunas de las zonas de montaña a regiones vecinas con un alto índice de desarrollo y urbanización, ha provocado transformaciones profundas: especialización ganadera, urbanización del territorio, privatización del paisaje, esquilmación ecológica… luces y sombras de un desarrollo en dependencia creciente.
Despoblación y recuperación del medio natural ha sido el proceso vivido en grandes zonas con menos proximidad, accesibilidad o atractivo para los habitantes urbanos o con recursos de baja productividad económica.
3.1.1. EL MACIZO ASTURIANO DE CASTILLA Y LEÓN
La vertiente meridional del Macizo Asturiano se extiende por el norte de las Provincias de León y Palencia. Entre las zonas mineras de Villablino y Barruelo de Santullán un robusto y accidentado muro montañoso cierra bruscamente los horizontes de las llanuras de las Tierras de León y Palencia. Llanuras y montañas entran en contacto mediante una línea de fractura de trazado oeste-este que siguen, a una altitud aproximada de 1.000 metros, el ferrocarril y el eje subcantábrico. En esta línea se localiza buena parte del poblamiento de ambas unidades.
Al norte de esta línea de fractura el zócalo paleozoico ha sido levantado a gran altitud y fragmentado en bloques por una tectónica relativamente reciente, dando un conjunto montañoso estructural de estilo germánico. La excepcional energía de este relieve se debe, por tanto, a las líneas de fractura que con una disposición oeste-este han levantado unos bloques por encima de los 1.500 metros, e incluso de los 2.000, y hundido otros.
A la gran accidentación del Macizo Asturiano contribuye la profunda incisión lineal de los ríos que discurren transversalmente a las líneas de fractura, hacia el Duero o hacía el Cantábrico, por una serie sedimentaria paleozoica muy completa y, por consiguiente, con materiales de desigual resistencia: el roquedo más resistente –las calizas devónicas y carboníferas, las cuarcitas silúricas, las areniscas devónicas y los conglomerados carboníferos- forman las cumbres y los cordales divisorios de los encajados valles de disposición meridiana. La particular resistencia y comportamiento de las calizas, impidiendo la normal evolución de las vertientes, origina impresionantes gargantas, hoces o desfiladeros de hasta 1.000 metros de desnivel entre el lecho del río y las cumbres, denominadas aquí peñas.
En cambio, las pizarras blandas del Silúrico, Devónico y Carbonífero, y las líneas de fractura, alojan a las cabeceras de dichos ríos. Unos y otros valles canalizan las aguas a los mares que bañan la Península Ibérica (Pico Tres Mares), y son asiento de comunidades humanas de gran personalidad, basadas en el aprovechamiento de recursos naturales, minería, ganadería y turismo y en situación de transición entre dominios ecológicos y económicos diferentes.
La parte leonesa del Macizo Asturiano se compone de la Montaña Leonesa –Occidental y Oriental- y los Picos de Europa.
La montaña occidental de León comprende las unidades de Laciana, en la cabecera del río Sil donde se ubican las cubetas carboníferas de Caboalles y Villaseca, Babia y Luna sobre el río Luna y La Omaña sobre el valle del río del mismo nombre.
La montaña oriental de León está organizada por la cabecera del río Esla y sus afluentes encajados y aislados entre sí por altos cordales origen de los estrechos valles del Alto Bernesga, Alto Torío, Alto Curueño, Alto Porma, Alto Esla y Alto Cea. En estos valles se localizan las cuencas hulleras de Santa Lucía, Matallana y Sabero y las de Valderrueda y Arbás, de antracita.
Al norte, formando ya parte de Picos de Europa, la cabecera del Esla, pasado Riaño, articula los espacios de Valdeburón y la Tierra de la Reina. En el límite con Asturias las altas cumbres (por encima de los 2.500 metros) con sus circos glaciares y extensos neveros, entran en contacto mediante imponentes cantiles con las Hoyas de Sajambre y Valdeón desde donde los ríos Sella y Cares se abren paso hacía el Cantábrico a través de impresionantes desfiladeros.
El Macizo Asturiano de la Montaña Palentina sigue siendo un relieve vigoroso con cumbres en torno a los 2.500 metros (Espigüete, Curavacas…) en Fuentes Carrionas, cabecera del río Carrión. Con los materiales triásicos de las altas sierras de Peña Labra y la Brañosera, el relieve va perdiendo energía en la Pernía y la Braña. En esta zona, cabecera del río Pisuerga, están las cuencas carboníferas de Velilla-Santibáñez de la Peña y de Barruelo de Santullán.
3.1.2. EL MACIZO GALAÍCO-LEONÉS
El macizo montañoso galaico-leonés - Montes de León, el Bierzo y la Cabrera en la provincia de León y Montes de Zamora- cierra por el noroeste las amplias llanuras de las cuencas sedimentarias y de las penillanuras de Castilla y León. Aquí la primigenia penillanura ha sufrido un fenómeno de distensión siendo levantada a más de 1.700 metros en bloques que encierran fosas a 400 metros como la Hoya del Bierzo.
La extensa Ribera del Órbigo, con su disposición meridiana, se alimenta, por el oeste, con las aguas y los depósitos de los Montes de León constituidos por las unidades de la Cepeda, la Maragatería y la Valduerna.
Montes de León es un bloque masivo, disimétrico y levantado por la tectónica terciaria a alturas moderadas. Las aplanadas cumbres de cuarcitas, areniscas y pizarras se continúan por los materiales detríticos de los interfluvios y los valles excavados por los ríos que alimentan al río Órbigo. Son espacios de suelos pobres y clima duro, a sotavento de las húmedas masas de aire del poniente.
Un conjunto de antiguos pliegues hercinianos, de dirección noroeste-sureste, formados por materiales paleozoicos –pizarras y cuarcitas- arrasados por la erosión y sometidos a las presiones orogénicas durante el Terciario ha conformado el Bierzo.
El fenómeno de distensión del zócalo ha generado un graderío de bloques levantados o hundidos a distintos niveles. El fondo es una cubeta tectónica rellena de sedimentos miocenos procedentes de las altas cumbres de las Sierras del Caurel, Ancares Gistredo o de los Montes Aquilanos y de León que la circundan. En el fondo de la cubeta –la Hoya del Bierzo- el Sil ha desmantelado el relleno, modelándolo en una serie de planos escalonados, de suave pendiente, que descienden hasta los llanos aluviales, a 400-500 metros de altitud.
Para llegar a esta altitud, el Sil y sus afluentes han tenido que salvar imponentes desniveles labrando profundas gargantas que fragmentan el Bierzo en espacios naturales diferenciados que los aprovechamientos y acondicionamientos humanos acentúan. Son los Valles de Ancares-Fornela, Valdueza-Compludo, Boeza o el de Ribas del Sil, unidades geográficas maestras del Bierzo, junto a la Sierra del Caurel, la cuenca minera de Fabero-Toreno y la ya citada Hoya del Bierzo.
Al sur del Bierzo, la Cabrera, delimitada en el norte, por los Montes Aquilanos y el Teleno, y por las sierras de las Cabreras en el sur. En este sinclinal, de materiales paleozoicos con desigual resistencia, la disección fluvial ha creado extraordinarios contrastes entre el fondo de los valles, excavados en materiales blandos, y las cumbres de cuarcitas.
Los antiguos niveles de la penillanura solo se conservan en el sector oriental, en la Cabrera Alta, como consecuencia de la escasa disección de los afluentes de la red del Duero. Este relieve antiguo, apenas retocado, desaparece por la Valdería bajo el Mioceno de la cuenca sedimentaria, en un borde festoneado de penetraciones dentadas entre los relieves residuales de cuarcitas.
En la zona drenada por la red del Sil – la Cabrera Baja- con un nivel de base mucho más próximo a una menor altitud y a favor de fracturas y escarpes tectónicos, se ha organizado un agreste sistema de valles encajados entre los crestones cuarcíticos.
En la zona más meridional, el Macizo Galaico-Leonés de Zamora –Montes de Zamora- pone en contacto el zócalo deformado y elevado con las penillanuras luso-castellanas.
En el oeste, el bloque de la Sengundera - los Lagos está levantado a 2.000 metros. Su rígida culminación de antigua penillanura fue modelada por la morfología glaciar, origen sus numerosos lagos. Se continúa por la Sanabria, lugar de antiguos valles glaciares con morrenas residuales, que canalizan las aguas alimentando al río Tera.
Al este las unidades de Rionegro y la Carballeda, sobre la vertiente meridional de la Sierra de la Cabrera Baja, son el contacto con la Penillanura de la Sierra de la Culebra y con las Tierras Bajas de Zamora respectivamente.
3.1.3. EL MACIZO CENTRAL CARPETOVETÓNICO DE CASTILLA Y LEÓN
El borde meridional de Castilla y León está formado por una larga y estrecha dorsal montañosa de dirección NE-SO, localizada sobre el centro mismo del Zócalo Ibérico al que divide por la mitad: El Zócalo Ibérico Central deja al sur el Zócalo Ibérico Meridional y la Cuenca Sedimentaria de Castilla la Mancha y al Norte el Zócalo Ibérico Septentrional y la Cuenca Sedimentaria de Castilla la Vieja
El Macizo Central es el resultado de la fractura y elevación de una serie de bloques del zócalo ibérico según un doble conjunto de fallas principales, de dirección NO-SE. A las diferencias de altitud entre los distintos bloques se unen las de naturaleza litológica y de capacidad de disección de las redes fluviales, permitiendo distinguir el Macizo Central Carpetovetónico del Portugués y diferentes unidades dentro de cada uno de ellos.
El Macizo Central Carpetovetónico se extiende desde la Sierra de Ayllón a la de Gata. Es el más expresivo ejemplo de una montaña de bloques de estilo germánico. La razón de la transparencia morfológica de la tectónica se encuentra en su uniformidad litológica – un gran batolito granítico con una importante aureola metamórfica- y en la escasa eficacia de la red fluvial, distante del mar y perfectamente adaptada a las líneas de fractura. La morfología calca literalmente el juego de bloques levantados a distinta altitud, alcanzando muchos más de 2.000 metros, -horts o sierras- y bloques hundidos que los separan -fosas o graben-. El resultado es un relieve de gran energía.
Dentro de los límites de Castilla y León, el Macizo Central Carpetovetónico está formado por los Macizos Segovianos, los Macizos Abulenses y los Macizos Salmantinos.
Los macizos segovianos son, de este a oeste, el Macizo de Ayllón, el Macizo de Somosierra, el Macizo de Guadarrama y la Depresión del Espinar.
El macizo de Ayllón – con La Tierra de Ayllón y Riaza que pone en contacto el Macizo Central con el Sistema de Plegamiento Ibérico- y el disimétrico macizo de Somosierra –Somosierra- forman un extenso cordal con culminaciones a más de 2.000 metros y con una disección muy intensa. Los materiales duros -cuarcitas, diques de cuarzo y necks volcánicos- dan crestones y lomos macizos que sobresalen entre los valles y los extensos depósitos detríticos del piedemonte en el contacto con las Tierras Altas de la Cuenca Sedimentaria. El modelado glaciar, como el circo de la Pinilla, da forma a las cumbres.
El macizo de Guadarrama es la sierra por antonomasia. Su estructura tectónica es simple: bloques metamórficos y algún afloramiento granítico, levantados hasta más de 2.000 metros, y fosas intermedias a distintos niveles. Aquí el límite de la región está en la divisoria de aguas, los bloques elevados de los Montes Carpetanos segovianos, en cuya culminación, Peñalara a 2.430 metros, se conservan también huellas de glaciarismo cuaternario.
La rampa o piedemonte de Segovia, por la que el macizo de Guadarrama entra en contacto con la Cuenca Sedimentaria del Duero Medio, está constituida por el bloque hundido de la Granja (1.100 metros) formado por pilares del zócalo y restos de relleno cretácico plegado..
En la depresión del Espinar aparece un conjunto de bloques hundidos escalonadamente en el Alto río Moros que al ser erosionados se han convertido en cerros con altitudes en torno a los 1.500 metros. El máximo hundimiento se alcanza en el Pidemonte de Villacastín. Las fracturas y los bloques hundidos de esta zona han servido desde antiguo para establecer la conexión viaria del noroeste peninsular con la capital madrileña.
Los Macizos abulenses repiten, con mayor nitidez la disposición de horst de rocas cristalinas a diferentes altitudes separados por fosas tectónicas de distinta amplitud y destacados sobre las llanuras de los piedemontes inclinadas hacia las cuencas del Duero o del Tajo.
Al norte, Vetonia, la tierra de los Vetones con sus castros encaramados en los espigones de las sierras que rodean el fondo plano, recorrido por el río Adaja, de la Fosa de Amblés: sierras del bloque de la Paramera-Serrota con sus cumbres planas entre 1400-1800 metros e incluso con picos de 2.200 metros. Al oeste la Sierra de Ávila, bloque con disposición NE-SO siguiendo la gran falla del Jerte, con una altitud modesta, disimétrico con una áspera ladera tendida hacia la cuenca en Salamanca y con diques de pórfido que forman las serretas o barras rocosas. Al este Azálvaro, recorrido por los ríos Adaja y el Voltoya y donde aparece el bloque erguido de la Sierra de Ojos Albos que se continua en Segovia por la, ya descrita, fosa del Espinar.
Al este, el Bloque de Pinares sirve de transición entre los Macizos segovianos y abulenses. Lo delimita la vertiente meridional de la Sierra de Malagón al norte, el Bloque de la Cuerda de los Polvisos al oeste, la Depresión del Tiemblo al sur y los Macizos Madrileños al este.
Al sur el imponente Macizo de Gredos. Es un sistema de bloques, casi exclusivamente graníticos, vigorosamente levantados y sensiblemente basculados hacia el norte, hacía las fosas por las que discurre el curso meridiano del alto Tormes –Nacederos del Tormes- y del Alberche – Alto Alberche, Medio Alberche y Fosa del Tiemblo-. Al sur se desploma desde más de 2.000 metros hasta los menos de 700 de la fosa del Tiétar, diferenciándose el bloque oriental - Gredos del Alto Tiétar- del central –Gredos del Ramacastañas y el Arenal- y del occidental –Gredos de Candeleda-.
Así, la vertiente septentrional de Gredos aparece como un extenso plano inclinado correspondiente a la superficie de arrasamiento previa su dislocación y levantamiento. Por el contrario, la vertiente sur es un enorme y complejo escarpe de falla que con marcadísimas pendientes se yergue a más de 2000 metros (Pico Almanzor, 2.592 metros) sobre la Vera cacereña. En este paredón se produce una alternancia de agudos y cortos cordales separados por profundos canales torrenciales adaptados a las líneas de debilidad tectónica, por los que los torrentes vierten sus aguas al Tiétar. En los tramos altos se pueden observar la morfología glaciar y torrencial más desarrollada de la Península Ibérica.
Por el oeste, lindando con Salamanca, el Macizo de Piedrahita sigue la gran falla del Jerte. Los cizallamientos en torno a esta gran línea de trituración acogen la red fluvial y organizan el espacio.
De forma simétrica a la fosa de Amblés, y en dirección opuesta al río Adaja, el río Corneja recorre la fosa de Valdecorneja desde el Puerto de Villatoro hasta el curso meridiano del río Tormes, en la base del triángulo formado por la convergencia de los horst de Mirón-Tórtoles al norte y el horst de Hito, de la misma dirección de la falla del Jerte.
El Barco se sitúa en la intersección de la gran falla del Jerte - Sierra de Ávila con el comienzo del curso meridiano del río Tormes. Los efectos de esta falla son el levantamiento de los bloques circundantes y la cizalla de líneas de fractura en las que se asientan los cursos de agua procedentes del graderío de cumbres: Garganta de los Caballeros, Aravalle, Endrinal, Becedillas, Tormes y Arroyo de Pedrona.
En los Macizos salmantinos tras el Macizo de Béjar desaparece la nitidez de esta disposición tectónica en bloques. En el Macizo de Gata y en el Campo Charro se presenta el zócalo de materiales del paleozoico metasedimentario –pizarras y cuarcitas sobre todo- poco o nada deformado y que ha experimentado una erosión diferencial más o menos intensa
En el Macizo de Béjar, con orientación casi N-S, se suceden un bloque septentrional hundido, la fosa de Sangusín; al este Congosto, valle del primer tramo del Tormes en la provincia de Salamanca y, finalmente, el Corredor de Béjar con un bloque reducido a una serie de montes-isla rodeando a Béjar dominado por el bloque principal, el del Calvitero, que destaca imponente a 2.425 metros sobre su límite meridional, la gran línea tectónica del Jerte
Al norte el Campo Charro –Campo del Zurguén, Campo de Tamames, Campo de Linares y Campo de Salvatierra-Guijuelo - zócalo sin deformación, llanura rígida, ya descrita en el capítulo de las Penillanuras de Castilla y León.
El Macizo de Gata completa por el occidente el Macizo Carpetovetónico.
En la Sierra de Francia la densa red de fracturas de disposición ortogonal en un variado roquedo paleozoico y el desnivel con el río Tajo han facilitado la disección espectacular de la red del río Alagón dando valles profundamente encajados como los de las Batuecas, Miranda del Castañar y San Miguel de Valero. La energía del relieve, debida a más a la erosión remontante que a elevación de los bloques, se ve acentuada por la conservación de formas estructurales destacadas como el sinclinal colgado de la Peña de Francia sobre cuarcitas.
Al oeste, en la Sierra de Gata, el relieve es menos abrupto pues aquí nacen los cursos de agua que, a través del Águeda o del Yeltes, van a parar al lejano Duero salvando un desnivel pequeño.
Finalmente, en el extremo occidental, el Alto Águeda, correspondiente en parte al espacio natural protegido de El rebollar. Es una plataforma elevada sobre la cuenca sedimentaria de Ciudad Rodrigo con una horizontalidad solo rota en el borde sur por pequeñas elevaciones en la divisoria de aguas y en el centro por la leve incisión del Águeda en su recorrido SO a NE hasta su cambio de dirección, en ángulo recto, para entrar en la citada cuenca de Ciudad Rodrigo.
3.2. LOS SISTEMAS DE PLEGAMIENTO DE CASTILLA Y LEÓN
Por el este, un conjunto montañoso cierra las Cuencas Sedimentarias de Castilla y León.
Siguiendo la dirección NO-SE, del mar Cantábrico al Mediterráneo, se extiende este borde montañoso poco enérgico: las culminaciones se sitúan entre los 1.200-1400 metros y rara vez superan los 2.000.
La personalidad de esta alineación proviene de su origen: es el borde oriental de la denominada Placa Ibérica sobre el que, durante las transgresiones marinas mesozoicas, se acumularon grandes bancos de sedimentos.
La tectónica alpina afectó al zócalo rígido y a la cobertera sedimentaria que lo recubría en espesores variables. En el primero las pizarras y cuarcitas, en disposición alternantes, se han fracturado, en tanto que los materiales calcáreos de la cobertera se han plegado. Entre ambos aparecen sectores detríticos –arenas, arcillas, areniscas y conglomerados- de la base del Secundario. Las plásticas arcillas triásicas han permitido la separación entre zócalo y cobertera, dando una tectónica característica de estilo mixto –pliegues y fallas - denominado sistema de plegamiento sajónico.
La complejidad del borde oriental de Castilla y León se explica por las múltiples combinaciones litológicas (afloramientos o no del zócalo y su naturaleza, caracteres y espesor de la cobertera sedimentaria), tectónicas (dominio de la fractura o el plegamiento) y morfológicas (relieve conforme o inverso). Y esta complejidad permite a su vez diferenciar varias unidades en cada uno de los grandes conjuntos que separa la Cuenca de la Bureba: El Sistema Cantábrico y el Sistema Ibérico
3.2.1. EL SISTEMA CANTÁBRICO
El norte de la provincia de Burgos y su inmediata continuación por Palencia son la parte castellana del Sistema Cantábrico constituida por las Montañas de Burgos al norte y las Loras y parameras al sur.
Es un área de encrucijada y de contraste con su entorno. A ello contribuyen sus modestas altitudes con culminaciones a 1.200-1400 metros, y sus amplias llanadas a 400-600 metros, pero que llegan incluso a los 1.000 metros como en las parameras, con profundos cañones labrados por el Ebro y sus afluentes.
Es, además, un espacio compartimentado. Esto se explica por las diferencias de altitud y topografía entre los fondos y las culminaciones, por los distintos estilos e intensidad del plegamiento, por la alternancia de materiales duros y blandos y por los variados procesos erosivos que le han afectado.
La doble influencia de la tectónica y de la litología da lugar a un modélico relieve estructural: el zócalo hundido a gran profundidad ha sido recubierto por un espeso manto de sedimentos mesozoicos plegados en época alpina siguiendo las fracturas y deformaciones del sustrato rígido infrayacente, de dirección principal NO-SE.
En algunas zonas la complejidad aumenta como consecuencia de que los materiales plásticos del Keuper, sobre los que descansan las rígidas calizas cretácicas, originan pliegues eyectivos (diapiros).
Atendiendo a la intensidad del plegamiento, se distinguen dos tipos de unidades.
Por un lado, las de los materiales menos deformados que corresponden a sinclinales muy laxos como el de Villarcayo- Tobalina, el de Miranda- Treviño y el de la paramera de la Lora, que destaca sobre la cuenca de la Bureba.
Por otro lado el haz de estrechos y tectonizados pliegues que de Soncillo a Pancorbo siguen la carretera Logroño-Santander y, los que al sur de la línea Aguilar de Campóo-Briviesca están en contacto con la Cuenca Terciaria del Duero.
Estas unidades estructurales tienen a su vez diferencias morfológicas notables. Incluso la erosión de los anticlinales ha originado un relieve inverso en el que los sinclinales son las culminaciones y los anticlinales vaciados, ”las combes”, son las zonas bajas.
Las Montañas de Burgos se sitúan al norte de la cuenca sedimentaria de la Bureba entre el dominio alpino de los Pirineos al este y el Macizo Asturiano al oeste.
El centro de las Montañas de Burgos corresponde a los amplios y disimétricos sinclinales de Villarcayo-Tobalina y Miranda-Treviño separados por la Depresión de San Zadornil, labrada en el núcleo de una bóveda anticlinal –Sierra de Arcena- que el Ebro atraviesa por Sobrón. Son Los llanos de las Merindades, El valle de Tobalina, y la depresión Miranda-Treviño, espacios extensos y abiertos, rellenos de materiales terciarios y aluviales inconsistentes.
El norte de las Montañas de Burgos es el cierre periclinal del sinclinal de Villarcayo constituido por el extenso flanco del anticlinal que asciende suavemente hasta la alargada cresta areniscosa que se asoma a Cantabria y Vizcaya. La excavación en los materiales blandos de este tendido flanco, así como los afloramientos diapíricos, han dado depresiones paralelas a su cresta: la de Espinosa de los Monteros, la del Valle de Mena y la de las Juntas de la Losa.
El sur de las Montañas de Burgos es un modélico relieve estructural de estilo jurásico formado por un apretado haz de pronunciados pliegues anticlinales muy deformados –Tesla, Dobro, Leva, Zamanzas- y, entre ellos, sinclinales pinzados que alojan los cursos de agua. En este conjunto el Ebro y sus afluentes, Oca y Molinar, han tajado trasversalmente los anticlinales, dando las espectaculares gargantas de Incinillas, Cereceda, Trespaderne, Oña y Tobera.
Destacando sobre la Bureba, desde Rucandio hasta el sur de Miranda, están los Montes Obarenes, formados por los descritos estrechos anticlinales y sinclinales rotos y con gran abundancia de fracturas.
Este relieve se continúa, con las mismas características por Valdivielso y por Los valles del Ebro -Zamanzas, Manzanedo y Valdebezana-.
Loras y parameras
El Borde Meridional del Sistema Cantábrico establece el contacto entre el Sistema Cantábrico y la Cuenca Sedimentaria del Duero Medio.
Las Loras y parameras palentinas, situadas al oeste, son un relieve tabular modelado sobre calizas, margas y areniscas cretácicas y triásicas, a una altitud de 900-1.100 metros. Esta zona conocida con el expresivo nombre de Campóo se continúa, en Cantabria, por la cuenca sedimentaria de Reinosa.
Las Loras y parameras burgalesas comprende los relieves de la Lora, Las Loras y Río Ubierna-Las Navas.
La Lora, en el norte, es un extenso sinclinal de flancos muy tendidos, a elevada altitud (1.100 metros), de materiales calcáreos sin sedimentos terciarios y de acusada planitud. Es una paramera inhóspita donde el Ebro y sus afluentes meridionales han construido cañones profundos, 200 metros de desnivel y de paredes verticales..
Entre la Lora y la Cuenca del Duero aparece una estrecha alineación de pliegues de corto radio. La parte occidental, las Loras, son de relieve inverso: el fondo del sinclinal es la culminación a 1200-1300 metros que separa valles más anchos, correspondientes a los anticlinales vaciados. La parte oriental, en Río Ubierna-Las Navas, tras una incurvación de los pliegues hacia el norte, el relieve es conforme: los anticlinales destacan sobre los sinclinales rellenos de materiales terciarios.
3.2.2. EL SISTEMA IBÉRICO
Castilla y León tiene, en su parte oriental, dos fragmentos del Sistema Ibérico: La Rama Castellano-aragonesa al norte de las cuencas del alto Duero y del alto Jalón y la rama Castellano-manchega, al sur de las mismas.
La rama castellano- aragonesa del sistema Ibérico está formada, en el ámbito de Castilla y León, por el Macizo de la Demanda en la provincia de Burgos, las sierras ibéricas castellano-riojanas de Burgos y de Soria y el Macizo Bilbilitano.
El macizo de la Demanda es el extremo NO del Sistema Ibérico. Constituye un elevado (más de 2.000 metros), extenso y robusto afloramiento paleozoico formado por cuarcitas y pizarras del Cámbrico y del Carbonífero. Este macizo aparece fracturado y cuarteado en grandes bloques. Dentro de Castilla y León, en el Macizo de la Demanda burgalés la fosa del alto Arlanzón y del Najerilla separan el macizo principal del de Barbadillos.
El modelado de este bloque responde a la disección, más o menos intensa, de la red hidrográfica que ha abierto profundos valles de verticales vertientes, siguiendo la disposición estructural de los materiales menos resistentes, y que terminan en grandes hemiciclos al pie de las cumbres. Así el espacio se organiza en valles: Valdelaguna, Alto Arlanzón y Montes de Oca y Tirón.
A través de los valles de Montes de Oca y Tirón el macizo de la Demanda entra en contacto con las depresiones de la Bureba y del Ebro, respectivamente, salvando un enorme desnivel. Los ríos Oca y Tirón discurren sobre un depósito de materiales detríticos de carácter suelto y de época pliocena en el caso del primero, y de naturaleza conglomerática en el del Tirón. Este depósito fosiliza en ambos casos los pliegues y accidentes de este sector de la Demanda.
El Arlanzón y el Arlanza conducen parte de las aguas de la Demanda hacía la Cuenca del Duero hasta desembocar en el río Pisuerga
Al Sur de la Demanda se disponen las sierras ibéricas castellano-riojanas de Burgos y de Soria
En el límite con la Rioja está la unidad Urbión-Cameros. Su personalidad morfológica proviene de haber sido una gran cuenca de deposición deltaica en facies weáldica: una sedimentación continental, que se caracteriza por un gran espesor de materiales detríticos –amplia gama de conglomerados, cuarzoareníticos, limos, calizas y margas-, con un estilo tectónico de grandes ondulaciones, expresión amortiguada de las fracturas de zócalo subyacente.
Este relieve presenta una energía máxima en el contacto de la Demanda, en el extenso y continuo frente de cresta de disposición este-oeste, levantado hasta más de los 2.000 metros y que corresponde a las sierras de Neila, Urbión y Cebollera. Esta simple estructura litológica y tectónica favorece una disección también estructural de grandes valles ortoclinales a 1.200-1400 metros, separados por crestas de 1.700 metros, como el corredor de Salas-Vinuesa, recorrido, en direcciones opuestas por el Arlanza y el Duero, y el de Hontoria-San Leonardo.
En estas zonas la altitud de las crestas y la composición litológica favorecen el desarrollo de una masa de pino silvestre de gran extensión y belleza que fundamenta la economía de la Sierra Pinariega del Alto Arlanza y Río Lobos en la provincia de Burgos y de Urbión, Cameros de Soria, Cebollera y Río Lobos en Soria.
Al sur de la Demanda y de la Sierra de Pinariega, en contacto con la cuenca sedimentaria del Duero, las estructuras litológicas y tectónicas cambian. Los materiales calizos del Cretácico se hacen dominantes y aparecen intensamente plegados. Las unidades territoriales de Lara, Valle medio del Arlanza y Cervera en Burgos se continúan en Soria con las de Espejón-Pilde y Cabrejas-Calatañazor.
En Lara y Valle medio del Arlanza los pliegues regulares, rectos, de radio uniforme presentan un relieve inverso: las cumbres anticlinales han sido totalmente arrasadas por la erosión de la red del Arlanza, que discurre por estas depresiones a 900-1000 metros entre largos espigones correspondientes a sinclinales colgados que destacan a 1.100-1200 metros.
En la zona meridional, de las peñas de Cervera a Espejón-Pilde y a la Sierra de Nafría, la incisión lineal ha sido menos intensa. Las culminaciones de Silos, la Caldosa, o Santa María de las Hoyas a más de 1.200 metros corresponden a los anticlinales. El río Lobos atraviesa el anticlinal de la Sierra de Nafría esculpiendo un espectacular cañon calcáreo.
Al este del curso meridiano del río Lobos y hasta las proximidades de Soria se extiende la Tierra de Cabrejas-Calatañazor. En este sector aparecen los mismos materiales calcáreos en pliegues de mayor radio arrasados en época paleógena. Sobre los rígidos y extensos sinclinales a 1.000-1.100 metros apenas destacan algunas crestas. Esto es debido a que el desmantelamiento de la red fluvial ha sido muy escaso, dando como resultado una amplia e inhóspita paramera sobre calizas apenas modeladas por algunos fenómenos cársticos o por la gelifracción.
Entre la sierra de la Cebollera y la divisoria de aguas formadas por las sierras de Montes Claros, el Rodadero y el Almuerzo se sitúa el Campo de Soria. En la depresión central de Garray-Aldeaseñor-Almarza, colmada de sedimentos terciarios y cuaternarios, el Duero cambia bruscamente de rumbo dibujando el famoso cayado que caracteriza su curso alto. La relativa planitud de esta depresión es debida a la escasa incisión de la red fluvial. En los materiales calizos de las sierras que la rodean desaparecen las masas de pinares. La depresión, con el Duero que la recorre, se extiende hacia el este hasta el límite con la provincia de Burgos.
En el límite noroccidental, las Sierras Ibéricas de Soria se abren hacia el Ebro a través de los ríos Cidacos, Linares y Alhama. La excavación realizada por estos ríos ha configurado las Tierras de Yanguas, San Pedro Manrique y Magaña.
Al sur, el fragmento soriano del Macizo Bilbilitano constituido por el Bloque Moncayo-Utrillas soriano. El río Queiles desciende hacia el Ebro desde su origen en la Tierra de Ágreda. Aquí el anticlinorio triásico del Moncayo con 2.316 metros continúa una doble cadena montañosa, también con afloramientos paleozoicos y cobertera de dirección NO-SE separados sucesivamente por zonas deprimidas, ocupadas por materiales triásicos y jurásicos erosionados diferencialmente, o por sedimentos pliocuternarios como los existentes entre las alineaciones de las sierras del Madero y Toranzo y las de la Pica-Costanazo, donde se localiza el poblamiento de la tierra de Araviana.
En el sur de Soria la cuenca del Duero Alto aparece cerrada por unas alineaciones montañosas de poca relevancia topográfica -altitudes de 1.200 metros- pero de gran complejidad morfológica: las sierras Ministra, Barahona y Pela de las Tierras de Medinaceli y Caracena y de los Altos de Barahona están constituidas por terrenos triásicos y jurásicos en los que alternan margas, calizas, areniscas y conglomerados. La estructura es plegada y modelada en formas subhorizontales dispuestas en dos niveles: el de las parameras y el de los valles.
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